Académicos invisibles (I)

Normalmente no trato temas personales, pero en esta ocasión me permitiré una excepción, dado que esto está directamente relacionado con mi profesión.

En alguna ocasión he mencionado que trabajaba en una empresa de traducción española. Pues bien, el pasado junio fue mi último mes cotizando a Hacienda. Me di cuenta de que cada vez tenía menos energía para mejorar la calidad del servicio, para pelearme con clientes y proveedores, para formar las nuevas incorporaciones a la plantilla, etc. Había llegado el momento de comenzar una nueva etapa con retos diferentes.
En mi trabajo había tenido una exposición directa a ciertos campos de la localización. No entraré ahora en si la localización es algo complementario a la traducción o si simplemente es un término inventado por la industria para distinguirse de ("vender más cara") la parte extralingüística de la traducción. En cualquier caso, lo que hacía no era la localización con mayúsculas, la localización de software y web de principio a fin, tú solo ante el código sin ayudas externas.

Hay un lugar concreto considerado como "la Meca" de la localización, un sitio donde va quien quiere aprender. Había oído muy buenos comentarios de tal institución, así que decidí que sería mi próximo objetivo. Permitidme no mencionar el nombre de tal institución: de momento no quiero recibir según qué búsquedas aquí. Por lo menos no hasta que no tenga más datos que aportar y pueda retractarme de o reafirmarme en mis comentarios. Comprendedme: si no suelto lo que llevo dentro, reviento.

El caso es que tenía pensado hacer un curso de posgrado de un año y, si demostraba tanto interés como habilidad, me quedaría el segundo año para completar un máster. El caso es que escribí para interesarme por los requisitos y la documentación necesaria y como respuesta recibí un "ya no ofrecemos ese curso". Punto pelota. Horrorizado, contacté directamente con el departamento responsable para aclarar si la noticia era cierta. Tras ciertas averiguaciones, resultó que habían comprimido el máster en un solo año, supongo que para ser más competitivos (la interpretación es mía). No pasa nada, bien por ellos, pensé, aprenderé más por hacer un máster que un curso de posgrado. Cegado por tal posibilidad, solicité (y conseguí) la admisión sin preocuparme mucho del cambio de temario.

Antes de empezar, ya había cometido dos errores.
  1. Creer que un máster se hace para aprender. En realidad, un máster se hace para completar el apartado de "estudios" del CV, porque tener "sólo" una titulación se queda corto. Estos estudios particularmente tienen mucho prestigio en la industria: dicen que se sale de la universidad con un buen contrato. Pero mi objetivo no es tener un buen contrato, eso ya lo tenía hasta junio. Mi objetivo es ser traductor y consultor autónomo y para eso un máster no sirve para mucho.
  2. Creer que un máster de un año es mejor que un posgrado de un año. Ya me olía que, al ser el primer curso de máster, íbamos a ser conejillos de indias y que las asignaturas no iban a estar bien ligadas, o serían demasiado intensas, o faltaría temario por otros lados. Pero la realidad superó mis expectativas... para mal.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La posedición: ¿zombificación del traductor?

Recuento ponderado WWC

Impacto de la subida de impuestos (IVA e IRPF) en traductores autónomos