Amor y odio entre traductores y LSP

Tenía esta entrada a medias desde agosto, pero, como antes ha salido el tema de los traductores y las agencias, he pensado acabarla.

El otro día estaba perdiendo el tiempo documentándome y me encontré con una especie de decálogo del buen gestor de proyectos (PM). Buscando, he encontrado otros enlaces muy interesantes sobre la relación entre LSPs (agencias) y traductores.

Yndigo: The misunderstood translation project manager (varios enlaces)
Masked Translator: Translation Agency Spam

En mi empresa soy un PM para clientes finales, pero también para intermediarios (otros LSP más grandes), así que esto me toca muy de cerca. Leo algunas de las malas prácticas y no me queda más remedio que sonrojarme porque me veo muy identificado, pero con otras estoy totalmente de acuerdo, porque me pasa a mí también. Cuando participo en una de estas malas prácticas, es más por impotencia frente al cliente que por falta de capacidad.

Por ejemplo, los correos masivos con destinatarios ocultos. Si se trata de información de un cliente para tener en cuenta para el futuro, me parece bien. Pero al cliente que se acuerda de mí un par de veces al mes para ofrecerme basura, al final acabo ignorándolo. Total, cuando le escribo para confirmarle nuestra disponibilidad, me sale con que ya se lo ha dado a otro. Es como el cuento de Pedro y el lobo, que al final nadie le contesta y se lo come el cliente.

La relación entre el traductor y la LSP es, en el 90% de los casos, de amor-odio. Tú no me gustas, yo no te gusto, pero nos necesitamos el uno al otro, así que vamos a llevarnos bien. Como dice mi santa madre, los amigos se eligen, pero la familia no. Corolario de un servidor: las relaciones laborales tampoco se eligen.

Lo que no quita que muchas LSP deberían mejorar su política de RRHH. O, al menos, tener una. Las LSP son el intermediario entre el cliente final y el traductor: y ser intermediario significa filtrar las exigencias, en ocasiones absurdas, de los señores clientes. A un PM no le gusta que le toque las narices un cliente, por lo que debería intentar no tocárselas a un proveedor.

Claro que todo esto es más fácil decirlo que hacerlo cuando tienes al cliente resoplándote en el cogote; más rápido, mejor, más barato. En el trabajo, como en la vida, hay que llegar a compromisos e intentar hacerlo cada día un poco mejor. Basándonos en el decálogo de The Masked Translator, por ejemplo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La posedición: ¿zombificación del traductor?

Impacto de la subida de impuestos (IVA e IRPF) en traductores autónomos

Molestias (y remedios) de no cobrar por no tocar