Corporativismo en traducción e interpretación y ética profesional

Estaba yo ayer domingo lavando tranquilamente los cacharros cuando oí algo que casi me cuesta perder otro vaso. Tenía puesto el especial de Bioshock Infinite de Fallo de sistema en el móvil y el responsable del susto era un fallo de interpretación inglés>español. Por arte de magia, «el tercer nivel de Bioshock Infinite tiene más guion que toda la primera entrega de Bioshock» se había convertido en «un tercio del guion de Bioshock Infinite ocupa lo mismo que el primer Bioshock». No parece tan grave, no ha habido que lamentar pérdidas humanas, al fin y al cabo, pero los traductores/intérpretes somos seres delicados y propensos a la enajenación mental. Tuve que pausar mis labores de amo de casa para rebobinar y asegurarme de que lo había oído bien. Pues sí, ahí está, en inglés en el minuto 32.00, en español en el minuto 32.20 (y lo repite, para más inri). Error de la intérprete que lleva a un contertulio a hacer un comentario erróneo en el 36.50, error que subsana el presentador segundos después, demostrando que él lo había entendido bien.


Poco importa ahora que aprovechen una interpretación consecutiva para un programa grabado en lugar de volver a grabar la interpretación con calma. La pregunta es: ¿por qué el presentador no corrigió a la intérprete en su momento? Puede que el presentador prefiriera callarse si nadie abundaba en el error. Quizá se dio cuenta del error, pero prefirió no reconocerlo ni llamarle la atención a la intérprete. O es posible que solo estuviera pendiente del inglés, y que ni siquiera se diera cuenta del error. Vete a saber.

Todo esto me ha llevado a recordar la reciente Semana Negra de Gijón a la que asistí en calidad de reportero no dicharachero (¡autobombo!). En más de una ocasión pude advertir, y no fui el único, errores en la interpretación, algunos más graves que otros. Me conformé con compartir una mirada de complicidad con mis compañeros despiertos y con buen nivel de inglés, y a veces alguna risita, si la cagada era especialmente sonrojante. El caso es que no levanté la mano para interrumpir al intérprete (¡el bajo entra tarde!), ni lo agarré por banda al acabar para restregarle sus errores por la cara, ni hablé con alguien de la organización para chivarme. ¿Podría haberlo hecho yo mejor? No, soy un intérprete horrendo. ¿Podría haberlo hecho mejor otro intérprete? Posiblemente. Pero eso es irrelevante: el caso es que no dije nada.

Un amigo, hace muchos años, envió un informe de errores de cierto libro a cierta editorial para que vieran que habían publicado un desastre de traducción. No iba buscando clientes, no era traductor, solo fan. Simplemente, quería que corrigieran los errores en una edición posterior y, quizá, pegaran un toque al traductor o se buscaran uno mejor. Resultado: lo llamaron para encargarle revisiones de los libros de esa misma saga y, años más tarde, pasó a formar parte del equipo regular de traducción de esa editorial. No es traductor de formación, pero sí de profesión. En su momento no se veía como traductor, con lo que no había corporativismo traductoril alguno que le parara los pies. Ahora, no sé, pero en su momento, no.

Una táctica común para buscar nuevos clientes directos es buscar errores en la web de una empresa objetivo, o en sus textos que tengamos a mano, e indicar a la empresa esos errores y decir que nosotros somos unos pros y lo haríamos mucho mejor. No sabemos quién ha traducido eso, con lo que hasta ahí, todo bien. Otro cantar es cuando sabemos quién ha traducido algo, y aun así, informamos a la empresa de los errores, sabiendo que esa persona puede perder el cliente. Pero bueno, vivimos en un sistema económico liberal, la ley del más fuerte, lo haríamos mejor, y todo eso. Un paso más allá es que conozcamos a esa persona (que hablemos con ella con cierta regularidad), sea en internet o en La Vida Real™. Y el último paso es que el traductor sea amigo nuestro. Pocos pondrían reparos en criticar el trabajo de un desconocido si es en nuestro beneficio y vamos con la razón por delante, pero muchos se negarían a perjudicar a un amigo. Aplicamos nuestra ética profesional según el caso, cayendo a veces en el corporativismo.

Una crítica habitual en la blogosfera, en las redes sociales o en quedadas/cenas/saraos traductoriles, es que hay demasiado buenrollismo. Bueno, unos dicen que hay demasiado, y otros que sobra el hijoputismo. Lo que sí parece evidente es que, si ese buenrollismo existe de verdad, no siempre es sincero y se dan puñaladas traperas, sea en forma de cotilleos más o menos inocentes cuando nos juntamos, en forma de «robar» clientes (con mayor o menor justificación) o en forma de hacer todo lo posible por destruir la reputación de un colega.

Unos últimos apuntes para que se te olvide un poco lo anterior y que no te vayas con mal cuerpo, querido lector. Están las críticas de «usuario final» que podemos hacer desinteresadamente, como frikis de algún producto subcultural o de la lengua en general, y las críticas para clientes, que hacemos para ver qué pillamos, o que nos abstenemos de hacer por corporativismo o por buenrollismo. Están las traducciones vulnerables, como puede ser la subtitulación o la interpretación consecutiva, y las traducciones con armadura. No es lo mismo una traducción de autor, en la que el responsable está debidamente identificado y puedes decidir tu táctica con conocimiento de causa, que una traducción anónima. Algunos no hacemos traducciones vulnerables ni de autor, con lo que no nos protege el buenrollismo, pero tampoco estamos expuestos a que alguien nos la tenga jurada y vaya a por nosotros. A veces el anonimato te hace dormir más tranquilo: probablemente saques menos pecho, pero sabes que, cuando alguien critica tu trabajo, no es nada personal.

P.D.: Esto no cuenta como egoblog de mierda, pero tampoco llega a blog profesional. De ahí que lleve desde marzo sin escribir nada y sin despeinarme (jaja, chiste de calvos), y ahora, de repente, me dé por escribir. Se me han acumulado las lecturas de blogs traductoriles hasta sepultarme en la procrastinación y me da una pereza increíble ponerme al día, pero no podía dejar de documentar mi locura, marcándome un artículo por un momento de fugaz inspiración.

Comentarios

  1. Hola Jordi:

    Muy interesante lo que planteas. Por un lado, no creo que el buenrollismo sea lo que impere en los saraos. Más bien, nos tratamos todos con educación y cortesía y luego cada uno se mueve en el círculo de gente con la que se lleva bien (aunque es cierto que se han llegado a extremos en el paso de exaltación de la amistad curiosos, creo que la cosa se está calmando poco a poco). Por otro, ¿qué es el robo de un cliente? Porque si hago un trabajo de mierda y llega un compañero denunciándolo, creo que entra dentro de lo que se pueden considerar prácticas empresariales normales. Otra cosa es que A le tenga ojeriza a B y vaya a joderle los clientes, pero creo que eso es más complicado, porque si un cliente está contento contigo, creo que no es tan fácil que vaya a confiar en un outsider.

    Y sobre las reputaciones, es algo que me da mucha risa. Mucha gente dice "fulanito es buenísimo", pero luego nunca ha trabajado con él ni ha revisado o traducido proyectos comunes. Quitando a Fernando Navarro y cuatro dioses más sueltos, creo que muy pocos podemos decir con tranquilidad que el 100 % de nuestro trabajo es maravilloso. Todos hacemos proyectos estupendos y proyectos de los que no nos sentimos orgullosos, pero es lo que hay porque trabajamos con poco tiempo o tenemos un día malo. La reputación creo que es algo que se debe construir entre el cliente y el profesional. Fuera de ahí, todo lo que se dice me parece una gran cantidad de chorradas :).

    p.s: Muy feliz de que hayas vuelto por fin :)

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    1. Nótese que puse «robar» entre comillas y con un paréntesis aclaratorio, porque sabía que hay que precisar. Seguro que has leído algún artículo de fanbois de un signo u otro que dice «PS3/Android roba cuota de mercado a Xbox 360/iPhone». Se lo toman como algo personal, como si la aviesa empresa A estuviera cometiendo un crimen contra su querida empresa B. Los clientes no se roban a no ser que te aproveches de la información que te ha confiado tu colega, o que vayas a la web de un colega y contactes a cada uno de sus clientes, poniendo a parir a tu colega con la información que te ha confiado. Eso es un robo y una puñalada trapera. Fuera de eso, si vas con la razón por delante y no a joder a alguien en especial, como dicen por ahí: es todo kosher.

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  2. Hola, Jordi:

    Yo creo que en nuestro gremio precisamente no abunda el corporativismo. Al contrario: ¿cuántos ríos de tinta se han vertido sobre lo mala que es tal o cual traducción sin saber en qué condiciones se ha hecho?

    En los últimos años, los traductores hemos pasado de estar encerrados en nuestras casas a relacionarnos cada vez más entre nosotros, tanto de forma virtual como presencial. Algo que tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, como todo.

    Desde el punto de vista de alguien que no acude a muchos saraos, te puedo decir que ese buenrollismo falso se destila en muchas entradas de blogs (hablo en general) y en comentarios lanzados al aire en las redes sociales. Se nota que para la foto muchos posan alegres y sonrientes, pero a poco que te fijes, intuyes que hay piques y envidias. ¿O por qué se ha escrito tanto sobre visibilidad frente a profesionalidad? Como si fuera malo ser visible... Pero esto pasa en todas las profesiones. Hay gente mala que se promociona muy bien y gente buena que no se promociona nada. Pero no por ser más o menos visibles, eres mejor o peor profesional, son cosas completamente diferentes. Lo que sí está claro es que la visibilidad requiere un esfuerzo que no todo el mundo está dispuesto a realizar y es solo el primer paso para destacar entre el resto y atraer clientes.

    Dicen que la competencia es sana, pero no sé si los traductores, con la tirria que le tenemos a las críticas, estamos preparados para encajarlas adecuadamente. Aunque también creo que muchas veces nos pueden las formas y somos bastante destructivos con la crítica a traducciones ajenas, especialmente si no sabemos quién ha hecho el trabajo.

    Sobre lo que comenta Olli de que todos tenemos trabajos de los que no estamos orgullosos, no sé... Por la forma que tienen algunos de criticar, parece que hay traductores que jamás han puesto una coma de más. Esto lo veo mucho entre gente con poca experiencia. Y luego vas a sus blogs y te duelen los ojos al ver "ti" con tilde cada dos por tres, por poner un ejemplo tonto.

    Entre la gente más experimentada, esta actitud de crítica visceral no es tan habitual, o esa es mi impresión. ¿Será que con los años uno se va haciendo cada vez más humilde?

    No puedo hablar de lo de robar clientes, pero sí que he visto cómo compañeros e incluso clientes copiaban mi CV o se basaban en mi perfil para crear el suyo. No sé qué es peor, la verdad. Pero alguien dijo una vez que es bueno que te copien, porque eso significa que lo estás haciendo bien.


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    1. Esas críticas a las que haces referencia yo, que soy un inocente pajarillo, me las suelo tomar como críticas fans. El traductor se pone el gorro de fan y se despacha a placer. Más que para poner a parir al traductor y llevarse el cliente, quiero pensar que lo hace para demostrar que él lo haría mejor.

      Con los años no sé si uno se va a haciendo más humilde, yo diría que no, pero sí que te empieza a resbalar todo más. Mira Darío. Es el puto amo, y no se altera por nada.

      A ver si te dejas ver por algún sarao al que vaya yo y te desvirtualizo. Prometo no darte una puñalada trapera, ni de verbo ni de acto :)

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    2. Jo, qué malrrollero eres. A mí me tienes manía o algo... :-D

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    3. Ya ves, no puedo dejar de pensar en ti, ladrón :P

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  3. Bah, blog temático y profesional. Claro que no es un egoblog de mierda. Sois legión y además enemigos de clase XD

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    1. Oiga, esto no es egoblog de mierda, pero tampoco llega a profesional, a pesar de que suela hablar de mi profesión. En un blog profesional de verdad no diría «cagada» ni «hijoputismo», con lo que, claramente, practico el blogueo fusión. xD

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  4. Yo suelo ser cautelosa a la hora de criticar una traducción, sobre todo porque desconozco las condiciones en las que se ha hecho. Evidentemente, unas condiciones horribles no justifican una traducción horrible, pero estoy de acuerdo con el comentario de Olli más arriba sobre que, por desgracia, no podemos asegurar que el 100 % de nuestros trabajos son obras de arte producidas con amor y esmero. Y si hay alguien que puede, pues lo felicito, porque es algo difícil de conseguir.

    En realidad, no estoy muy segura de si lo que hay en la profesión es corporativismo o miedo a la competencia. Bueno, o ambas cosas, que pueden ir perfectamente de la mano o una ser consecuencia de la otra. No sé cuándo ascendió tu amigo a los cielos "traductoriles" sin comerlo ni beberlo, pero hoy en día es muy posible que lo señalasen con el dedo por dedicarse a la traducción sin estar formado específicamente para ello. Daría igual su buen hacer, su trabajo, su disposición o su experiencia. La red se llena de perfiles (mis disculpas por comentar como "anónimo", por cierto) de traductores profesionales que se enorgullecen de su trabajo, pero que después, a la mínima sombra de competencia, ponen el grito en el cielo. Mi humilde opinión es que si crees en tus capacidades y sabes que lo haces bien, no deberías sentirte amenazado por otros compañeros, pero, vamos, igual es que soy de la generación Espinete y tengo demasiada fe en la gente.

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    1. A mi amigo le hice una entrevista en la revista de traducción de mi universidad, en la que se trataba sobre todo cómo había conseguido meterse a traductor sin tener formación específica. Espero que a alguien le abriese la mente al mundo real. Eso fue en 2004 o así.

      La formación universitaria ayuda a tener una base, pero lo que más ayuda es la práctica y la corrección de errores, y para eso no hace falta universidad. De hecho, la práctica es lo de menos durante la carrera. Yo aprendí más en un mes de prácticas en empresa que en un año de carrera, y me consta que no soy el único.

      Por cierto, ahora estoy leyendo una novela de ciencia ficción en la que al protagonista le preguntan su profesión y empieza contestando «en la universidad estudié…», a lo que le cortan de inmediato con «me da igual lo que estudiaras, te estoy preguntando qué sabes hacer bien». Totalmente de acuerdo.

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  5. Buenas tardes, Jordi:

    Twitter acaba de sugerirme que te siga, y así he llegado hasta aquí.

    En primer lugar, gracias por compartir. Tener un blog exige una disciplina muy seria -y que yo he decidido no tener, de momento-, y escribir bien en él es un plus.

    Sólo una reflexión: para mí la causa más frecuente de mala calidad en la interpretación, o -directamente- de desastres en esta profesión es el cliente que busca precio, precio y nada más que precio. Algunos aprenden del error, y hasta caen rendidos en los brazos de los buenos intérpretes después de un mal trabajo, pero los que pasan de todo y van "a lo más barato" están por todas partes.

    Ese "lo más barato" crea fidelidad cero, calidad cero e imagen cero.
    Pero a muchos les cuesta un mundo entenderlo.

    Un cordial saludo,

    Arturo Durán
    Consultor e intérprete
    @TraductorF1A3TV

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